miércoles, 2 de mayo de 2007

Aviso Clasificado

El otro día un joven del cual no mencionaré su nombre, apuesto y que particularmente me llama la atención, me invitó a salir.

Alagada por el ofrecimiento, me dispuse física y sicológicamente para asistir a la rumba, pensando que se trataba de un lugar “común” de los tantos que se pueden encontrar en Bogotá.

Sin embargo aquel hombre tenía otros planes para mi y yo aún no lo sabía.

Pronto me recogío en mi casa y empezó a conducir; la ruta escogida no era nada familiar para mi, por lo que pensé que nos dirigíamos a recoger a alguien más. Pero otra vez me equivoqué; llegamos a un estacionamiento un poco oscuro que estaba repleto, los vehículos que se veían eran de gama alta, pero el lugar seguía siendo desconocido para mi. Alcancé a pensar por un momento y con un poco de angustia, que se trataba de una rumba extravagante en la que podía pasar de TODO. (Ustedes saben a que me refiero)

Mi corazón latía rápidamente porque no sabía a que me enfrentaría esa noche. Mi amigo con un suspenso total, me hacía pensar que cualquier cosa podría pasar, pero decidí darle el beneficio de la duda.

De repente y después de caminar unos cuantos pasos llegamos a una puerta de color verde oscuro que no tenía aviso alguno. La fachada era vieja y un poco desarreglada. Un hombre elegantemente vestido nos abrió y nos dio la bienvenida. Ingresamos al lugar bastante oscuro por cierto, y nos atendió una mesera con un traje diminuto y provocador. Mi corazón latió más fuerte y mis manos empezaron a sudar. Lo dicho, cualquier cosa puede pasar. Nos ubicaron en una mesa y empecé a observar al rededor del lugar.

El contraste del ambiente me parecía un poco disonante con las pintas de las camareras; discos de acetato, vitrolas, sombreros, zapatillas combinadas, fotos viejas en marcos desgastadas y corroídos por el tiempo, entre otros.

La gente era adulta y supremamente bien vestida, me sentía como mosca en leche, pues mi indumentaria era un Jean desgastado con una pequeña blusita escondida bajo una chaqueta de cuero con cremalleras y bastante llamativa que en nada se parecía a la ropa de la gente que se encontraba en el lugar.

Finalmente nos sentamos en una mesa que bordeaba una tarima amplia, ordenamos bebidas (no tan fuertes porque aún no sabía que podría pasar y necesitaba estar lo suficientemente consciente para lo que pudiera pasar). La música de fondo tenía unos sonidos bastante agudos que por lo que alcazaba a percibir dentro de mi precario conocimiento musical, se asemejaba a la zarzuela.

De repente una mujer con uno de esos vestiditos diminutos, formas estéticamente perfectas y divinamente maquillada se posó en la tarima y convidándonos a pasar una noche inolvidable, invitó a una orquesta de aproximadamente 8 músicos, quiénes ingresaron con diversos instrumentos, algunos que yo no conocía.

Entre violines y bandoneones un hombre con un traje y sombrero singular subió a la tarima, tomó fuertemente a la mujer por la cintura y esta, con una elasticidad infinita, despaciosamente subió su pierna dejándola casi paralela a su cabeza, nuevamente la bajó y los músicos empezaron a tocar. Era TANGO, tango puro, de las expresiones más bajas de los suburbios argentinos y de las cantinas de Medellín, en dónde el glorioso Carlitos Gardel como lo llaman sus “fans” expresara todos los sentimientos populares argentinos.

Era Tango del bueno y verdadero, en el lugar más insospechado de Bogotá, con todos los acordes necesarios para darle ese toque de milonga argentina, pero en Bogotá.

La noche transcurre en este lugar en dónde somos muy pocos los que nada sabemos sobre este género musical cultural que ha tenido desde su aparición a mediados del siglo XIX hasta nuestros días adeptos y detractores.

La magia del baile se impregna en todos los asistentes que boquiabiertos observamos los finos y meticulosos movimientos casi sexuales de los bailarines, en dónde la parte superior del cuerpo está supremamente pegada casi inmóvil a la de su parejo y la parte inferior, guiada por el hombre, hace un entrelace de piernas lo suficientemente sugestivo como para sentirse en otro tipo de lugar no tan socialmente aceptado parecido a aquellos a donde creía estar al principio.

En fin, esa fue una noche llena de nuevas experiencias y de contrastes, quedé fascinada porque aunque en la TV vemos a bailarines de tango, el toque mágico del lugar, el olor de los puros y del licor que se consume, los músicos en vivo, etc, no lo proyecta un televisor por más pulgadas y sonido W-fi y cosas de esas que tenga.

Quiero aprender a bailar tango y aunque la persona con la que asistí al lugar es amante infinito de este género, no tiene ni idea de lo que es ponerse un traje con zapatillas combinadas y empezar a danzar.

Busco hombre apuesto que sepa bailar tango, y esto es un aviso clasificado, que me enseñe sin regañarme, porque con lo que vi ese día, quedé absolutamente maravillada con estos acordes musicales y con el compás que tiene los movimientos de los bailarines.